Los mil días de Thibaut Pinot

Los mil días de Thibaut Pinot

El corredor francés del Groupama - FDJ ha recuperado el hambre de victoria tras el triunfo en el pasado Tour de los Alpes, cuando rompió una racha de más de casi tres años sin alzar los brazos.

Texto: Laura Meseguer

Se cumplía la noche 1.006 y se convirtió en una de las más tormentosas. Horas antes, a la luz del día y a ojos de la afición, Thibaut Pinot perdía su billete hacia la resurrección a los pies de la montaña más alta de Austria, Grossglockner, en la cuarta etapa del Tour de los Alpes. Fue segundo por detrás de Miguel Ángel López. Se quebró ante la prensa alcanzando a decir: “esta victoria me hubiese hecho tanto bien...”. Habían pasado más de mil días desde su último triunfo en el Tourmalet del Tour de Francia de 2019 en el que, con el paso de las jornadas, se confirmó como uno de los mejores escaladores de la carrera. Poco duró el sueño francés de ver por fin a Pinot vestido de amarillo en París, pues tuvo que abandonarlo por tercera vez consecutiva a dos días de su final.

La historia de Thibaut Pinot habla del antihéroe del ciclismo francés. Un ciclista con un talento inmenso, en el que recayó el peso de todo un país anheloso de ver a un compatriota ganar su gran tour. Su carrera ha sido un continuo sube y baja agotador azotado por el infortunio y la enfermedad. En el “grupetto” del pelotón ha curado durante meses sus heridas físicas, mientras se agudizaban las psíquicas por verse en un lugar que no le correspondía.

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Pinot a rueda de Jonathan Castroviejo (Ineos Grenadiers) durante la novena etapa del Tour de Francia 2022 en la que formó parte de la fuga (Foto: ASO / Charly López)

Es el héroe imperfecto, pero el más inspirador; el que se muestra más humano en la caída, con el corazón destrozado; y en el camino hacia la redención. Acto seguido vuelve a caer y a empezar de cero. Desde su conocida fobia por la velocidad, que se esforzó en superar y mejorar su técnica en el descenso; su abandono en el Giro de 2018 por una neumonía, rozando su primer podio en Italia, su dramática retirada del Tour de Francia de 2019, hasta su caída en el de 2020 que le ha lastrado durante dos temporadas con una lesión de espalda... En 2021 no tomó la salida en ninguna de las tres grandes vueltas. Es una escena trágica, que se repite, que incomoda y remueve al espectador, que llega incluso a enfadarse con el director de escena por tanto ensañamiento con el protagonista.

En el ciclismo, la crónica que solo habla de la hazaña que han logrado las piernas, no cuenta la historia completa. Pensemos en las lágrimas de Remco Evenepoel tras ganar la Lieja-Bastoña-Lieja. Eran una mezcla de alivio y de felicidad, por haber ganado su carrera soñada —en su debut y con veintidós años— y por alcanzar la catarsis y volver a encontrarse con el Remco previo a la caída del Giro de Lombardía de 2020. “Ha sido un periodo difícil en el que arrancaba a llorar sin motivo porque no conseguía encontrarme a mí mismo. Tenía muchas inseguridades porque no era el Remco que quería ser”, reconocía abiertamente tras su triunfo.

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En ese sentido, hace unos días me resultó interesante escuchar a mi amigo Joseba Beloki en una entrevista hablando de la necesaria separación que hace del Beloki-ciclista del Joseba-persona en un intento quizás por encontrar su lugar tranquilo, su verdadero yo, su normalidad. No es la primera vez que escucho a alguien de la escena pública hacer esta distinción. Él me hablaba entonces del cantante Dani Martín y me citaba algunos versos de su canción No, no vuelve. “Me cansé de oír mi nombre / me aburrí del falso amor”, y otra frase ilustrativa como “Tanto ruido cambia la dirección”. Imagino el sueño ciclista a la deriva. A un Pinot soñando con el Tour de Francia desde que era un niño, para que la carrera se lo devuelva con todo tipo de hostilidades. Entonces me pregunto si esa separación que hace Beloki, es posible hacerla cuando uno todavía está en activo. Esa manera de protegerse a uno mismo de los envites más insoportables del deporte de élite.

El francés del Groupama en plena persecución de Bob Jungels (AG2R Citröen) en la novena etapa del Tour de Francia 2022. El luxemburgués acabó imponiéndose (Foto: Getty)

En el día 1007 Thibaut Pinot logró alzar los brazos. Era la quinta etapa del Tour de los Alpes en una jornada pasada por agua. En la meta de Lienz, la lluvia cobró el sentido de los mitos del diluvio universal del Noé Bíblico, de la mitología azteca, de la Colombia prehispánica o de la mitología hinduista, como destrucción que limpia para reconstruir una vida nueva. Y en ese agua purificadora renace Thibaut Pinot, elevándose una vez más por encima de cualquier crítica que le pueda tachar de débil para demostrar justo lo contrario en su constante lucha contra la adversidad. Sea Pinot el ciclista o Thibaut la persona, mi más sincera admiración y respeto.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 33 de la revista VOLATA. Consíguelo aquí. 

Foto cabecera: Thibaut Pinot en el Tour de los Alpes 2022 (Foto: Getty)  

 

Texto: Laura Meseguer

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