Banda Sonora: Barricada - "Salta (Por instinto)"
El otro día puse la televisión y me saltó encima Telecinco, así sin avisar ni nada. De golpe y porrazo, un primer plano en alta definición de un desfigurado rostro embadurnado de maquillaje a manos llenas, tostada piel de bronceador a manivela, pestañas como puños americanos, morros de Botox y tetas de silicona con brillo de papel maché en un escenario de cartón piedra. Es lo que tiene ver los octavos de final de la Eurocopa que retransmite la mentada cadena y olvidarse luego de cambiar el canal. Les aseguro que el susto es de aúpa, aunque supongo que a todo se acostumbra uno con el paso del tiempo; como las ranas, que se supone no perciben la subida de la temperatura del agua hasta que ésta alcanza su punto de hervor y ya es demasiado tarde para el anfibio. O eso dice la fábula, no me queda muy claro.
El ejemplo pseudocientífico sirve, en cualquier caso, para explicar el peligro que supone la falta de conciencia humana respecto a los devastadores efectos del cambio climático que apunta el borrador de un reciente informe de la ONU. Se han registrado temperaturas hiperbólicas este arranque de verano en Norteamérica, y en España el aire acondicionado chuta que da gusto este mediodía de primer sábado de julio, justo cuando se cuece a fuego lento, aunque bajo una fría y desagradable lluvia, la octava etapa del Tour de Francia, primera en los Alpes, entre Oyonnax y Le Grand Bornand.
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Llama el colega Joe, pregunta por un pronóstico y no me animo. ¿Quién es el valiente que se atreve a aventurar algo en una carrera que exhibe, tras un semana de vaivenes, a Mathieu Van Der Poel como maillot amarillo, ha visto dominar en la crono de Laval a Tadej Pogacar, posteriormente desfondado en Le Creusot, y en la que ha perdido ya toda opción de victoria Primoz Roglic?
“¿Pero quiénes son estos tipos?”, clama, algo desubicado, Joe, en alusión a quienes lideran el cotarro. “¿Dónde están Cris Fromme, Nairo Quintana y Alejandro Valverde?”. No están “en la B”, como diría el Tano Pasman, pero sí en la cola de un pelotón de acelerado cambio de ciclo en el último año, donde los más dominantes se comen al resto sin contemplaciones. Darwinismo puro.
Ajenas al peligro de la carretera mojada y los paraguas que vuelan, las vacas francesas descansan sobre el pasto mientras, sobre el kilómetro 110, el sudafricano Stefan De Bol se pega un considerable costalazo y, poco después, Pogacar ataca a Richard Carapaz, que le sigue con la mirada pero no lo pies. Incapaz de igualar el diabólico ritmo del esloveno, el pundonoroso ecuatoriano hierve de dolor sobre la bicicleta, en tanto que el vigente campeón devora asfalto en busca del liderato. “¡Qué bueno es Pogacar!”, exclama, maravillado, Perico Delgado desde el plató de Teledeporte. “¡Este sí que es un auténtico patrón! ¡Él no espera a que le digan nada! ¡Corre por instinto!”.
La teoría de la adaptación expuesta –entre otros– por el ingeniero químico Jack Welch vale también para interpretar comportamientos políticos, financieros y sociales. Aplicada al deporte, no sé yo en qué estado de ebullición se encontrará el cuerpo de Pogi cuando encara la última ascensión del día al Col de la Colombière, pero los datos nos indicarán luego que ha promediado unos 21 kilómetros por hora en los ascensos y 57 en los descensos.
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Si, como dice Carlos de Andrés “las carreras se ganan subiendo pero se pueden perder bajando”, el esloveno es vencedor por duplicado y se permite el lujo de no pelear por la bonificación, cruzando la meta el cuarto. Mientras el resto –campeones como Quintana, Froome, Vincenzo Nibali, Daniel Martin, Geraint Thomas… –sigue pedaleando por las migajas restantes, Pogacar reduce, sonriente y destensado, el ácido láctico de sus piernas sobre una bicicleta estática. Regulada progresivamente la temperatura corporal, espera el descanso del nenúfar.
“La vida en la Tierra puede superar un cambio climático de envergadura evolucionando hacia nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. Pero los humanos no”, sostiene el borrador de la ONU. Hay titulares que asustan tanto o más que un plano corto de Sálvame Deluxe. La lucha por la supervivencia es un reto global, que no nos impide gozar por momentos de entretenimientos tan poco edificantes como los que nos propone Telecinco o tan magníficos como el Tour, donde impera también la ley del más fuerte, en este caso un superdotado del que andábamos avisados. Bien pensado, no es tanta la diferencia: a veces empezamos el día sobresaltados por un monstruo y, otras, lo acabamos admirando a otro.